martes, 17 de enero de 2023

EL OPINISMO: AÑORANDO A (SH)AKIRA KUROSAWA

Desde este lado del teclado se percibe cierta burbuja de opinismo. Nos hacemos opinónamos. Opinamos hasta de lo que nunca ha existido, o incluso de la opinión que tiene x sobre lo que ha dicho Y respecto al comentario de H sobre las declaraciones de G… así hasta que nos olvidamos de qué estábamos opinando (“En Madrid hay atascos que te hacen olvidar dónde vas” se dice en un libro que el pudor me impide mencionar). 

Opinamos a primera vista, sobre lo inmediato, la primera impresión, la primera reacción… De hecho, la primera frase de este texto habrá encendido en más de un@ la necesidad de sacar la bandera de la libertad de expresión. Faltaría más. Hay que expresarse hasta estresarse por no expresarse. Vaya frase para locutar. 

 Además, opinamos con determinación, hasta el punto de que un “yo creo que” se convierte en un ES, las críticas son sentencias y se busca encasillar, etiquetar, juzgar y sobre todo, “quedar por encima” o vencer a las opiniones discordantes. La humildad es falta de personalidad, debilidad, o incluso cobardía. Si surge una descalificación, la asociamos a “hablar claro” y no a la mala educación. Si alguien no está de acuerdo o se queda sin argumentos para rebatir, cada vez con más frecuencia el razonamiento consiste en sentirse ofendid@, ocasionalmente bajo el amparo de algún colectivo, lo que convierte a la otra parte en un ser insensible y despreciable. El día que wordpress saque el plugin de los colectivos susceptibles y el texto pase el filtro, serán las palabras más ambiguas jamás escritas. 

Y si una opinión no genera reacciones no vale una mierda, aunque profundice, exponga unas circunstancias, un contexto, fuentes de información, de manera clara y precisa. Porque intentar aclarar las cosas hace que sean menos opinables. Las opiniones son más importantes que los hechos, o que la propia verdad. De hecho, la verdad no existe. Se desconfía de todo. 

 La cosa (tomo prestada la acepción de Umbral) suele referirse a todo esto como polarización. Pero los polos se derriten. Esto tiene que ver más con el calentamiento global, con desertificación por la ausencia de coherencia, honestidad, equilibrio, comprensión, conocimiento, reconocimiento, razonamiento… Vaya, con tanto “miento” pierdo credibilidad.

Curiosamente, cuantas más opiniones hay, menos voces con las que estar de acuerdo encuentro. Como ejemplito, un tema menor. Estos días seguir la actualidad es todo un shakirificio (Uy qué forzado). La gente, o está con Shakira, o la critica (a favor de Piqué no he visto mucho…). Pero no me ha parecido leer en ningún sitio que la canción resulta facilona, mediocre, improvisada, insustancial, superficial, carente de sensibilidad, y que un chaval de la ESO podría haber mejorado letra letra. Ya, no vamos a pedir a Shakira que componga al desamor como Sabina o Antonio Vega. Pero sí al menos que intente disimular el oportunismo, o incluso el rencor y que se lo curre un poco más. Ahí entra Kurosawa, que tuvo problemas en Hollywood por ser excesivamente exigente, estricto, disciplinado o simplemente japonés, en los rodajes. Era un perfeccionista enfermizo. Con Shakira da la sensación de que cualquier cosa valía con tal de salir en el momento adecuado. Y que un zasca genera más que una buena canción. Kurosawa necesitaba conseguir como fuera los efectos visuales y las emociones que había en su idea de peli. Shakira necesitaba pagar a Hacienda. El lado artístico, el lado Kurosawa de Shakira se pierde. 

 ¿Y? Pues eso, el caso es opinar. ¿Sirve de algo? No. Pero estaría un pelín peor si no lo hubiera sacado porque en el fondo, opinar es respirar.

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