jueves, 13 de agosto de 2020

Ella

Hoy, cuando quedes con ella, para el tiempo. Detente unos segundos antes de acercarte. Deja los 2 metros de admiración y fíjate en la luz que desprende su tono dorado, a veces tostado, brillando a la sombra de una esas terrazas donde las mascarillas no consiguen tapar las sonrisas.

Después, cuando se imponga el deseo, sentirás su sudor frío en la yema de tus dedos y tus labios convertirán el sabor de su cuerpo en una explosión de dopamina capaz de dejar un poso de felicidad en el peor de los días.

Hoy, más que nunca, tómatela en serio. Sabes que seguirá contigo muchos años porque, sencillamente, es la caña.

Feliz Día Internacional de la Cerveza

lunes, 6 de abril de 2020

“Y qué” (psicolosofía de andar por casa)


¿Cambiaremos de era, o solo de ERE? ¿Iremos a más o a Mad Max?

“Esto” nos está abriendo los ojos. Nos estamos dando cuenta de que vivimos tiempos en los que no sabemos en qué tiempo vivimos.

Las certezas sobre mañana (y digo mañana y no el mañana), tienen ahora más valor que nunca. Justa ahora, que tenemos más herramientas que nunca para averiguarlas. Suele pasar, cuanto más necesario, más complicado. De hecho, creo que hay dos tipos de certezas: las que nadie puede asegurar al 100%, y las del Jerte.

Probablemente, hemos querido abarcar demasiado y la casuística de nuestros propios pasos se nos ha ido de las manos.

Podemos saber qué día nos visitará el Cometa Hale-Boop en el año 4.520, pero el pasado 30 de diciembre, nadie tenía la más remota idea de que al día siguiente varias personas acudirían a los hospitales de Wuhan con una neumonía de origen desconocido.

Mientras, las multinacionales viven de sus estimaciones -gastan millonadas en apuntalarlas- casi tanto como de su facturación. Los gobiernos hacen ministerios llamados Agenda 2030 (ejem), y nosotros vivimos el “porsiacaso” mucho más de lo que somos conscientes (según KPMG, un 94% del sector seguros preveía aumentar su facturación en 2019).
  
Las certezas son consustanciales a nuestra existencia. Ya sabes, necesitamos estabilidad, previsión, hábitos, horarios, regularidad… Tenerlo todo controlado nos hace más felices. Lo que pasa es que YA NO SABEMOS QUÉ ES TODO.

Y como ni sabemos ni podemos mantener a raya todo lo que nos rodea, hay que vivir conscientes de que pase lo que pase, sea lo que sea, forma parte de las reglas del juego. Vivir, también era esto. Hay que seguir dando pasos, tomando decisiones… hay que trabajar una actitud a prueba de lo desconocido, tirar palante, por otro camino, en otras circunstancias, pero palante. Porque el tiempo que dedicas a compadecerte, no estás jugando. Es más, hay que ser tan jodidamente fuerte como para que te salga un “Y QUÉ” como una pedrada seca directa a la putada de turno. SÍ, “Y QUÉ” JODER, “Y QUÉ.” Se supera y punto. Bueno, y punto no, a seguir.

OJO: Y QUÉ puede parecer la respuesta de un ser despreciable cuando “Esto” mata y mata más de lo que nadie pudiera imaginar hace unas semanas. Suena insensible, irresponsable, despreocupado…(suena a prefijo), pero “Y QUÉ” no es dejar de sufrir o de querer… Todas las sensaciones que tocan lo más humano son eso, parte del juego. Pero si tienes un Y QUÉ, tienes una energía mental descomunal para llevarlas en la mochila. Pura vitalidad.

En definitiva, no tengo ni puta idea de lo que pasará después de “Esto”, pero sí sé que se cumplirán alguno de los topicazos que de tanto manosearlos parece que pierdan valor:

1.La falta de certezas sobre el futuro, la incertidumbre, provocará que vivamos más el presente. ¿Qué puedo hacer para que este momento sea cojonudo? Aprovéchalo, da un pasito hacia delante para cambiar una situación que no te mola (solo eso reconforta), o un pasito atrás para ver desde la distancia el instante que estás disfrutando y piensa que en ese rato, estás siendo feliz. Eso te hará más feliz.

Vivir el presente también es hacer planes y luchar por ellos. Necesitamos ilusionarnos, pensar en la sorpresa de cumpleaños para nuestros hijos, en el día que volverás a ver a los amigos que te enseñaron a ser amigo/a, en proyectos, viajes, conciertos, en la cerveza (que no certeza) del viernes por la tarde… Pero si algo se tuerce, ya sabes, lleva un Y QUÉ contigo y sigue jugando.

2.Como decía al principio, “Esto” nos ha cogido de la solapa y nos ha zarandeado pero bien. La convicción de que no somos (tan) biológicamente infalibles nos empujará a cuidarnos más. Quizás por prudencia, responsabilidad, por respeto a nosotros mismos, por pura estética, o por el “qué dirán” (tengo la sensación de que zampar alimentos hipercalóricos en público puede llegar a generar los mismos cuchicheos que un tipo agarrado a la botella en un parque). Nuestro DNI indicará el nivel de azúcar, colesterol, tensión arterial y pulsaciones en reposo. No se cuida, es una amenaza para los demás. No está lejos ese día.

3. Seremos más humanos. Seremos, porque haremos. Sentir una injusticia o una desgracia que afecta a millones de personas ayuda tanto como no sentirla. Seremos más consecuentes con nuestro dolor: ACTUAREMOS.

Termino. Quizás este post suene a sucedáneo de sucedáneo de Paulo Coelho (ya de por sí empalagoso), pero vaya, supongo que en estos días todos nos miramos un poco más dentro. Gracias por leer hasta aquí. Mucha fuerza y mucho “Y QUÉ”.