martes, 31 de mayo de 2016

¿Cómo hemos llegado a esto?

Ojalá fuera solo fútbol. Ojalá no sea más que un partido. Ojalá tantas cosas... Es curioso, cuando más cree uno que el fútbol no tiene remedio, que huele cada vez peor (el final de liga en cuanto a descenso ha sido repugnante...) y que lo extradeportivo gana cada vez más partidos al talento, al esfuerzo y a la inteligencia, más soy del atleti, y quizás, por todas esas cosas, menos sentido tiene serlo. Pero es que ser del atleti no tiene sentido. Por eso es tan grande, porque en el fondo, tarde o temprano sabes que te va a pasar algo tan cruel como lo del sábado. Y sin embargo, uno vive sus colores como parte de su vida. No es solo ocio, no es solo el día del partido o los comentarios del bar o la oficina. Uno es del atleti las 24 horas porque cualquier momento es bueno para ilusionarse, para evadirse o incluso, para soltar todo esto. En definitiva, ni se nace, ni se hace, ni mucho menos, se elige. Cuando te das cuenta de que eres del atelti, ya es demasiado tarde. Cuanto antes asimiles que tus emociones están expuestas a lo mejor y lo peor, menos padecerás los sinsabores del "casi", de "lo tuvimos" o del "si no hubiera sido por..." Te ha tocado, amigo, ser del atleti, y punto. Pero hablo de ser del atleti, no solo de este atleti. Ahora, quizás sea más fácil llevar la rojiblanca. Ahora, quizás está de moda porque lo están las emociones fuertes. Gracias a ese tipo con mote de barrio empeñado en demostrarnos una y otra vez que todo es posible, el efecto de los éxitos y los palos se multiplica de manera exponencial. Gracias al tipo que ha hecho del sufrimiento un arte, del esfuerzo parte del espectáculo y de la dificultad esencia de la motivación, millones de almas han empezado a sentir que su sangre corre más rápido cuando le ven agitar sus brazos hasta reventar a decibelios el Calderón, o hacer de cada balón dividido una oportunidad para ser digno de jugar en este atleti. El atelti del CHOLO. Y ahora, CHOLO, dices que te lo vas a pensar. Ahora, después de un partido que nos ha hecho a todos más atléticos. No jodas, CHOLO, estas cosas no se piensan. Se llevan dentro. La suerte (sí, yo sí creo en la suerte), se fue con el de siempre, eso es todo. Solo porque un balón resultó tan caprichoso como para elegir los 12 cm que ponen fin a 7 metros y medio de gloria. Solo por eso, te lo vas a pensar... Ya sé que ese tipo de palabras ("suerte", "excusas", "lamento" y todo aquello que no ayude a levantar la cabeza para ver el siguiente obstáculo), no tienen cabida en el diccionario del trabajo, pero lo siento. Yo aquí, sí me voy a detener porque como digo, sí creo en la suerte. ¿Cómo hemos llegado a esto? 
Por un lado, el Real Madrid. El mayor presupuesto del mundo. Uno de esos equipos contados con los dedos de un "like" que no necesita jugar bien para ganar (a veces, ni siquiera jugar)
Primer punto antes de los partidos: en las tres eliminatorias previas a la final, el Real Madrid ha jugado el segundo partido en casa, el mejor lugar para resolver posibles problemas. 
Eliminatorias: en octavos de final la bolita del sorteo sonríe a los blancos con la Roma, un rival que en aquel momento luchaba por el cuarto puesto del Calcio y acababa de perder 6-1 contra el Barcelona (y digo sonríe, además, porque entre los 8 equipos posibles se encontraba la Juve, el PSG, el Arsenal, el Benfica, Dinamo de Kiev... y solo uno inferior a la Roma, el Gent). Partido de ida (0-2). La Roma desaprovecha 4 ocasiones claras antes de que Cristiano marque de un disparo que golpea en el defensa para iniciar una parábola inalcanzable. El árbitro no pita un penalti de Carvajal reconocido por la prensa española y finalmente Jessé remata la eliminatoria resolviendo un contragolpe con determinación propia del gran jugador que no le dejan ser en su equipo.
Partido de vuelta (2-0). Durante la primera hora, La Roma desaprovecha 5 mano a mano ante Navas en la que quizás haya sido su mejor noche europea. En la crónica de Marca (ojo, de Marca) podían leerse comentarios del tipo "Ay, el día que nos coja un equipo decente..." o "si Salah tuviera pies de futbolista y no de velocista, el resultado podría haber sido diferente..." Después, sale un inspirado Lucas Vázquez que desatasca un partido decisivo para empezar a disfrutar de los minutos necesarios como para que un tal Vicente Del Bosque se fije en él. Un par de ráfagas y a cuartos.
Y en cuartos, El Wolfsburgfo. Podría ser Manchester City, PSG, Barcelona, Bayern de Munich, Benfica, o Atlético, pero la bolita dijo Wolfsburgo. La historia del wolfsburgo podría escribirse antes de llegar al final de esta línea, y comenzó a conocerse en esta eliminatoria. Sin embargo, el madrid es capaz de ganar la undécima el mismo año que pone al wolfsburgo una alfombra roja para deleitarse ante la caraja merengue. Partido de ida 2-0. Dudo que alguien recuerde el nombre de algún jugador del wolfsburgo que no sea Draxler. Quizás, el tipo con más talento de la liga alemana, que juega 2 niveles por encima de sus compañeros, y que en 45 minutos rebajó la cláusula de Danilo en la misma proporción que incrementó la suya. Primer tiempo memorable del equipo alemán y segundo tiempo de repliegue y contragolpe ante un Madrid sin juego, sin actitud y con la pólvora mojada.
Vuelta en el Bernabéu (3-0). El parido comenzó según el guión, con un Carvajal extramotivado, dueño de su banda, convertido en secundario de lujo para ponérselas a un cristiano que, eso sí, rematar es de las pocas cosas que no se le han olvidado. A la media hora eliminatoria igualada y se lesiona Draxler. Podían haber sido otros 10, pero la bolita dijo Draxler. El wolfsburgo se quedó en burgo. El Madrid guardó el descaro inicial para remangarse y hacer uno de sus mejores partidos en defensa. Todo era cuestión de aprovechar una contra pero la suerte llegó cuando una falta mal tirada se coló por el hueco de una barrera que era cualquier cosa menos barrera. No digo que el madrid no mereciera ese 3-0 (tampoco que lo mereciera) pero que no lo comparen con aquellas remontadas contra el Inter, la Juve o el Anderlecht. Estamos hablando del todopoderoso wolfsburgo, 9º de la liga alemana.
En semifinales se cruza el Manchester City. Un rival inferior al Atlético y claramente inferior al Bayern, pero al fin, un rival. Un equipo empeñado en lucir millones más que equipo, pero con un jugador capaz de marcar la diferencia, de esos que brilla haciendo brillar a los demás, eje del juego ofensivo del City. Un tal Silva. Ida: 0-0. Demasiado respeto mutuo hasta que a la media hora se lesiona un jugador. Adivináis cuál? exacto, Silva. El Manchester City reduce sus opciones en ataque a alguna contra muy puntual y el madrid se da cuenta tarde de que puede llevarse el partido, cuando un inspirado Hart y el larguero lo evitan (quizás el único momento de esta edición de champions en que el madrid no tuvo suerte)
En la vuelta (1-0), el Manchester demuestra a todo el planeta su miedo a la final. Ni presiona ni hay movilidad arriba, ni intenta entrar por bandas, ni nada. Para el ingeniero Peregrini el futbol es una sucesión de algoritmos que no deja espacio a la pasión, a las ilusiones o a los colores. El futbol es un tablero de ajedrez, incluso jugándote una final de champions. El Madrid no necesitó mucho para hacer más que su rival, y defenderlo (aquí sí se ha notado la mano de Zidane). A todos nos quedó la misma pregunta: ¿Cómo ha eliminado el Manchester City a un equipo que sí tiene carácter además de juego como el PSG? Como dice la vicepresidenta en funciones, "fubol es fubol".
El Madrid llega a la final frente a un atlético con el corazón maltrecho. Intentaré ser breve: 
PSV Eindhoven en octavos con la vuelta en casa (vaya, un poco de suerte). En la ida no faltan ocasiones pero el atlético evidencia una falta de pegada alarmante contra 10. En la vuelta, el PSV demostró que además de jugar también sabe sufrir y esta vez sí, después de una prórroga agónica, y una tanda de penaltis que hoy todavía acelera las pulsaciones, la suerte nos sonrió en el octavo de Juanfran (jugador que merece un altar en el Calderón).
En cuartos, el Barça. Ya conocemos las demás opciones, pero si eres el atleti y te puede tocar el peor (es decir, el mejor), te tocará, aunque sea para que el juego deje paso a la épica y el camino se torne en aventura. Y aquí encontramos a ese Torres sobreexcitado para lo bueno y para lo malo. Gol de maestro del desmarque y unos minutos después, expulsión rigurosa pero inocente. Adiós al partido en el minuto 34. El atlético, con 10 ante un Barça que olía sangre, tanta que el árbitro pasó por alto dos agresiones de un Suárez dispuesto a rematar también a Godín y a Juanfran. Los errores arbitrales son solo errores hasta que la vara de medir es diferente para cada equipo, entonces los errores son algo más. Visto lo visto, 2-1 resultó un mal menor para la vuelta en el Calderón. 
En más de una ocasión he oído a algún comentarista decir que el público no va al Calderón a ver un partido o a vibrar con su equipo. El público (y cuando me refiero a público me refiero a los 55.000) va al Calderón a jugar el partido. Sabe qué cantar, cómo apretar, cómo presionar, cómo animar, a quién, cuándo... el Calderón es parte del equipo porque el público siempre ha tenido la sensación de que también es importante. El CHOLO en eso, también es un maestro. Y todo esto se dejó sentir más que nunca en el partido de vuelta ante el Barça (2-0). Un atlético más motivado que nunca ahogó a un inoperante Barcelona que solo exhibía posesión. Ni peligro, ni llegada, ni ocasiones... después del pase antológico con el exterior de Saúl para el cabezado inapelable de Griezmann, el atlético tuvo el segundo en el larguero. La cabalgada de un inmenso Filipe en el 89 para provocar la mano y penalti de Iniesta muestra la diferencia de mentalidad de ambos equipos. Panalti y segundo de Griezmann. Pero el atleti es el atleti. Mano de Gabi en el 91 dentro del área que el árbitro pita fuera. En otro tiempo el árbitro hubiera pitado penalti. Hoy, el atleti y el Calderón se han hecho grandes de verdad. Tanto como para que un árbitro se lo piense 3 veces si la jugada no es suficientemente clara. El gol hubiera supuesto una prórroga demasiado agónica para el desgaste atlético, pero por una vez, la moneda cayó de nuestro lado.
Semifinales con el segundo partido en Munich. El Calderón vuelve a batir su propio record de decibelios. El Atlético se contagia, toma la iniciativa hasta que un canterano de 21 años llamado Saúl firma una de esas obras de arte que Messi imagina antes de los grandes duelos. Después, repliegue y a sufrir. El Bayern de Munich exhibió más potencial, velocidad de balón, diversidad de recursos y llegada que el Barcelona. Para mí, sin duda, el mejor equipo del mundo. De hecho, esto era el aperitivo de lo que esperaba en Munich...
Vuelta: 2-1. Se esperaba un inicio arrollador del Bayer, pero ni siquiera el Atlético del CHOLO era capaz de asimilar lo que estaba pasando... Para esos momentos, siempre nos quedará Oblack. El gol llegó a la media hora, gracias a una falta al borde del área que encontró la colaboración de Giménez para desviar una trayectoria imposible de adivinar. Nada pudo hacer Oblak. Pero lo mejor estaba por llegar: cuando solo el portero es capaz de detener al Bayern más demoledor hasta el punto de parar un penalti y el posterior rechace a bocajarro, uno piensa que lo peor ha pasado. Que después de aquel aluvión de juego y ocasiones, algo bueno depara el partido para el Atlético. Y así comenzó el segundo tiempo: Koke saca el balón del área, Griezmann deja en corto al niño y éste devuelve de primeras al francés en un pase antológico que recorre un pasillo alemán de 30 metros para batir a Neuer en contragolpe de manual. A parir de ahí, el atlético encontró su lugar en el partido, pero un gigante europeo poseído por el último aliento del todopoderoso Guardiola no necesita claridad para llegar al área contraria. Vidal gana un balón colgado al área que Lewandowski cabecea a placer para devolver al atlético el protagonismo acostumbrado de esta tortura emocional llamada Champions. Se puede hacer más agónico el desenlace? Sólo los mejores guionistas habrían imaginado un penalti inexistente fallado por Torres a 5 minutos del final. Entonces, todos aquellos seguidores atléticos que lucen heridas de guerra comenzaban a ver fantasmas en cada balón colgado al área de Oblak. Entonces, el equipo volvió a tirar de épica para llegar vivo al minuto 95 y afrontar la final más trabajada de la historia del Club.
Casi todo el mundo coincide en los pronósticos para Milán: pocos goles, muy disputado, un detalle decide... en esas circunstancias, el factor suerte resulta más decisivo que nunca. Y amigos, si algo ha demostrado esta Champions es que a suerte, el Madrid es imbatible. Comenzaron mejor los blancos, llegando con claridad y exhibiendo un poderío aéreo que terminó en gol a los 15 minutos. Después, el atlético tuvo el balón pero sin crear demasiado peligro. En la reanudación sale Carrasco (uno de los mejores fichajes de los últimos años) y él solo se inventa un partido nuevo, marcando la diferencia con un descaro y una capacidad de desborde más propia de un partido de pretemporada que de una final de Champions. El empuje Atlético culmina una pena máxima forzada por un Torres que mostró poco más que la personalidad que requería el partido. Griezmann lanza al larguero y el balón sale despedido al botar en el suelo. Lo siento amigos, pero todavía no se había sufrido suficiente. Estaba escrito desde octavos. El error dio vida a un Madrid que volvió a ver cierta claridad para demostrar que ni siquiera la mejor zaga del mundo es perfecta. Primero, con un mano a mano de Benzema ante un Oblak sin límites. Después, con un Cristiano Ronaldo que recibía balones con espacio y se quedaban en intenciones de un jugador más sobredimensionado que nunca. El empuje atlético continuó hasta que el de casi siempre, ese que nos metió en cuartos ante el PSV, dibuja un pase de primeras al segundo palo que un inspiradísimo Carrasco remata con todo varios metros antes de llegar al balón. Diez minutos por delante para soñar, pero no era el día para tocar la gloria en el último momento. Después, una prórroga que se perdió entre calambres, interrupciones y las excentricidades de ese tipo tan elegante llamado Pepe que recuerda a cualquier cosa menos a futbol. En los penaltis, nada que comentar. Estaba escrito desde octavos. Si queda algún consuelo, es que a los atléticos se nos da la oportunidad de volcarnos con Juanfran, un tipo esencial en este equipazo al que todavía no se ha reconocido suficiente. 
Y ahora qué. Saco 3 conclusiones:
Primera: al Madrid no se le puede ganar si necesitas que la suerte esté de tu parte. La suerte va con el peso de la historia.
Segunda: el CHOLO es, con diferencia, el mejor fichaje que puede hacer el atlético para la próxima temporada. 
Tercera: después de todo, este lunes he visto el colegio de mis hijos lleno de chavales con la rojiblanca. Necesitaría un post tan largo como este para explicar lo que no tiene explicación. O quizás no. Quizás simplemente baste con decir que eso es ser del atleti.
Aúpa atleti. La historia continua...