martes, 22 de febrero de 2011

nARCO 2011

- Oye, ¿y tú qué te metes para crear tus obras?
- Lo que peor me siente. así vomito en el lienzo y surge una composición única y desestructurada, digna de Arco. Mira, a este lo he titulado "Hastío".

El otro día me encontré 4000€ en el suelo, hechos un rulo de esos que llevaba Jesús Gil para apostar jugando al parchis. Como no me creí lo que me estaba pasando, decidí seguirle el rollo a esos 4000 eurazos y gastarlos de la manera más disparatada posible. No dudé en ir a ARCO, y solicité los servicios de un asesor capaz de convencerte de que el autor de "Hastío" pensaba en algo antes de ponerse a crear.

Todo es posible en ARCO. Quizás el trapo con que se han limpiado unos pinceles alcance más valor que el lienzo que han tocado esos pinceles. Quizás una mancha de vino no sea una mancha de vino, sino la proyección de una retrospección intimista que muestra el dilema entre el "yo" y el "mi", con todo lo que eso conlleva.

- Me gusta este - Le dije al asesor.
- Qué buen gusto. Se trata de una obra extraodinaria, repleta de personalidad. Su autor refleja una lucha interna entre la necesidad de expresar sus sentimientos, y los condicionantes sociales que impiden mostrar con nitidez y precisión su energía positiva, su fuerza interior.
- vale, vale, me mola eso que has dicho. ¿Cuánto vale?
- Casualmente, creo que el precio coincide exactamente con el presupuesto que me comentó.

Unos días después, recibo una llamada:
- señor garcía?
- puedes llamarme garcía a secas
- Soy el autor de la obra que adquirió en ARCO. Verá, no le quiero engañar. Al parecer, la obra destinada a exposición se traspapeló entre algunos de mis documentos. En el papel que usted se llevó, simplemente estaba tratando de que me pintara el boli.

Ahora, ese "cuadro" ocupa un lugar privilegiado en la pared de mi casa. Cuando lo miro, sólo veo naturalidad. Tanta que no puedo evitar descojonarme. Qué gran obra.

Saludos pintorescos

miércoles, 16 de febrero de 2011

Un papiro sin faraón

Hola, aquí menda lirondo, sin mucha idea de qué decir pero con muchas ganas de decirlo. Pues bien, no tengo por costumbre inspirarme en la actualidad -ni siquiera inspirarme- para el tecle tecle, pero esta vez, sencillamente, me apetece.
Me ha dicho un pajarito que algo está pasando en Egipto, que algo se cuece por allá. Me he puesto a investigar, he preguntado a gente con contactos, y parece que el personal ha conseguido que se pire el que más mandaba allí (el único que mandaba). Simplemente, reclamaban lo que debe ser suyo: libertad, democracia, derechos fundamentales, y que se fuera quien les negaba todo eso. Lo han conseguido por la técnica del desgaste, la única manera que tienen a su alcance: insistir, insistir e insistir sin bajar los brazos. Y no sólo lo han conseguido, sino que además, lo ha visto todo el mundo. El tipo duro se fue para esconderse. Ahora vamos sabiendo: una fortuna personal de miles de millones de lo que sea, casas por todo el mundo, amistades peligrosas...
Y bien, por qué me alegro de lo que ha pasado?
Primero, porque a uno le gusta ver que un país el doble de grande que este, con 70 millones de personas buscándose la vida, se ponga de acuerdo para remangarse y no decaer en su empeño. Siempre está "la otra parte", pero en este caso, los gritos se oían por encima de ideologías y religiones.
Segundo, porque menda lirondo conoce ese Egipto de 15 días de turisteo intenso y abrumador que te expone a un sinfín de templos y riqueza imposible de asimilar. Sí, todo impone, todo es bestial, todo flipa, pero a mí me marcó más la gente: 31 de julio, aeropuerto de El Cairo. Caos de atención, organización y cualquier gestión terminada en -ón. En una interminable cola de facturación dos egipcios enormes se dejan llevar por los nervios, comienzan a discutir y llegan a las manos. A los pocos segundos se dan cuenta de lo que están haciendo, con sus familias presentes, y se dan un efusivo abrazo con dos besos de los suyos, de los que aprietan la cara. Pasión y nobleza. Suena a título de culebrón pero no se me ocurren otros términos para calificarles. Ver aquello y otros tantos detalles como ese, impresiona más que el amanecer en Abu Simbel. Un guía que aparentó hacerse amiguete nuestro nos sentó en la mezquita de alabastro a contarnos por qué es fiel al islam. María, mi mujer, se indignaba (con razón) según conocíamos detalles del papel de la mujer en su religión. Evidetemente, yo también (a algunos turistas les parecía "curioso" ver caminar a las mujeres metro y medio por detrás de sus maridos, o ver comer con el velo puesto, o simplemente, pedir permiso para comer. A mí, me asustaba ver que todo aquello era verdad), pero también me impresionaba ver cómo aquel tipo que conocíamos de 3 o 4 ratos, nos abría sus sentimientos más profundos y sinceros, nos explicaba su "sentido de la vida" en una charla para la que no me prepararon en la agencia de viajes.
Otro de los guías, en Assuan, era Imán, nubio, entrañable, todo un filósofo. Un tipo que manejaba su coco como no he visto jamás. La cosa oscilaba entre 46 y 48ºC a la sombra (en el templo de Luxor los japoneses caían como... japoneses, y en Abu Simbel rozamos los 50ºC). Él llevaba camiseta y camisa de franela de manga larga abrochada hasta el último botón del cuello. No sudó ni una gota, según él, porque se protegía del sol, y porque el calor era un estado mental (¿"y entonces por qué el gobierno permite que los funcionarios no vayan a trabajar cuando la cosa pasa de 46ºc?", pensé). Este tipo hablaba de las religiones en tono conciliador, tal y como parecía mostrarse él, argumentando que todas tenían un comienzo similar, pero que, cómo no, el islam fue la primera.
En definitiva, conocer a cada persona fue fascinante. Ponen todo su empeño en lo que creen, y por eso entiendo que su revolución tenga tanta fuerza y haya tumbado a quien no les dejaba levantarse.
Quizás ahora, en algunos papiros se refleje ese giro en su historia, y las ilustraciones nos muestren a ellos, los egipcios, los verdaderos protagonistas, y no a su faraón.
Pues eso, que me alegro.
Ma'a ElSalama

martes, 8 de febrero de 2011

Teorema de las páginas pasadas, o de las páginas pesadas. Según se lea.

Me estoy leyendo un libro. Lo juro. La curiosidad profesional me llevó a elegirlo: "Y entonces llegamos al final", de un tipo insultantemete joven, incluso más que yo, llamado Joshua Ferris. En sus páginas se relatan las inquietudes, paranoias y putadas varias que acontecen a los empleados y desempleados de una agencia de publicidad de alguna megacity de EEUU (europeos unidos). Y bien? de bien nada. Demasiados personajes para mi coco, demasiados matices, demasiada psicología previsible... LLevo medio libro y no sé si seguir para ver si de una puñetera vez encuentro algún detalle que me enganche, o dejarlo antes de que las 150 páginas malgastadas se multipliquen por 2. Si me lo termino, podré decir me he leído un libro que no se ha leído ni su autor (y? no sé, pero lo podré decir). Si lo dejo ahora, reconocería que he perdido el tiempo, aceptaría mi derrota, y desconfiaría de mi instonto para elegir buena palabrería. En definitiva, parece que no hay salida. Lo que sí hay, y que resulta todavía más triste, son precedentes.
Me leí "Ángeles y demonios" de un tal Dan Brown (en este caso no podré decir que sólo lo he leído yo). Empecé por saber qué se siente, lo típico, por tontería. Y por no hacer el feo, venga a leer la mierda esa (que sí, que ya me avisaron, que esas cosas sientan mal...). Pero ojo, que luego salió la peli y me dije "no puede ser peor que el libro". Pues toma. Si no había perdido suficientes horas, una cabezadita y dos días de tortícolis.
Me leí La Carta Esférica, de Pérez Reverte. Y vaya, el marinerito tiene su punto chulo-puerto, pero nada más. Creo que hay un gran mérito en escribir taaaaaaantas páginas y que pasen tan pocas cosas. Pero eso sí, esta vez no fui a ver la peli.
Me leí "La Balsa de Piedra" de Saramago. con esfuerzo llegué a la página 100. Cómo no, decidí seguir, pero esta vez lo agradecí. Tengo un recuerdo entrañable de ese libro y de sus personjes. No hace mucho me enteré de que también tiene su peli, pero prefiero dejar las cosas como están. A veces una mala peli cambia la impresión que uno se crea del libro.
Bueno, a lo que voy: me gustaría idear una fórmula matemática por la cual se pudiera tener la certeza de que un libro no te va a gustar después de leer x páginas, o x capítulos, o x horas... En definitiva, el teorema de las páginas p(a/e)sadas. Si alguien me puede ayudar, mi tiempo y yo estaríamos agradecidos.
Es por estas cosas que yo agradezco más un "no vayas a ver..." o un "no te leas...", que un "te recomiendo..." Porque además, puede que lo que a mi me gusta sólo me guste a mi, y sin ánimo de trabalenguas pero con ganas de ripios, me despido hasta el olvido.
Mi saludo preferido.